El autismo es un trastorno neurológico complejo, parte de un grupo de trastornos
conocidos como trastornos del espectro autista (ASD por sus siglas en
inglés). Actualmente se diagnostica con autismo a 1 de cada 68
individuos y a 1 de cada 42 niños varones, haciéndolo más común que los
casos de cáncer, diabetes y SIDA pediátricos combinados. Se presenta en
cualquier grupo racial, étnico y social, y es cuatro veces más frecuente
en los niños que en las niñas.
El autismo daña la capacidad de una
persona para comunicarse y relacionarse con otros. También, está
asociado con rutinas y comportamientos repetitivos, tales como arreglar
objetos obsesivamente o seguir rutinas muy específicas. Los síntomas
pueden oscilar desde leves hasta muy severos.
Los trastornos del espectro autista se pueden
diagnosticar formalmente a la edad de 3 años, aunque nuevas
investigaciones están retrocediendo la edad de diagnóstico a 6 meses.
Normalmente son los padres quienes primero notan comportamientos poco
comunes en su hijo o la incapacidad para alcanzar adecuadamente los
hitos del desarrollo infantil.
Algunos padres explican que su hijo
parecía diferente desde su nacimiento y otros, que iba desarrollándose
normalmente y luego perdía aptitudes. Puede que inicialmente los
pediatras descarten las señales del autismo pensando que el niño podrá
alcanzar el nivel deseado y le aconsejan a los padres que esperen y vean
como se desarrolla. Nuevas investigaciones muestran que cuando los
padres sospechan que hay algo mal con su hijo, generalmente están en lo
correcto. Si tienes inquietudes acerca del desarrollo de tu hijo, no
esperes y habla con su pedíatra para que sea evaluado.
Si a tu niño lo han diagnosticado con
autismo, una intervención temprana es crítica para que pueda
beneficiarse al máximo de todas las terapias existentes. Aunque para los
padres puede ser difícil etiquetar a un pequeño como “autista”, entre
más pronto se haga el diagnóstico cuanto antes se podrá actuar.
Actualmente no existen medios efectivos para prevenir el autismo, ni
tratamientos totalmente eficaces o cura. Sin embargo, las
investigaciones indican que una intervención temprana en un entorno
educativo apropiado, por lo menos por dos años durante la etapa
preescolar, puede tener mejoras significativas para muchos niños
pequeños con trastornos del espectro autista. Tan pronto como se
diagnostique el autismo, la intervención temprana debe comenzar con
programas eficaces, enfocados en el desarrollo de habilidades de
comunicación, socialización y cognoscitivas.
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